Otra vez hechos de suicidios afectan por estos días a Catamarca. En nuestra Ciudad de San Fernando del Valle, un hombre puso fin a su vida en la plaza del populoso barrio de Villa Cubas y en el interior del Dpto de Tinogasta, dos adolescente se quitaron la vida.
El suicidio sigue siendo un flagelo social multicausal, de preocupación mundial. Es esa multicausalidad la que nos obliga a todos por igual a buscar conocimiento para advertir indicadores de riesgos, para aprender qué hacer en el rol que cada uno tiene: padres, hijos, hermanos, docentes, compañeros de estudio, de trabajo, etc.; y, preventivamente, favorecer la construcción de factores protectores y resilientes antes que la idea de suicidio se posiciones en nuestros seres queridos.
El acto suicida deviene de un proceso complejo multideterminado. Y, como todo proceso, se lo puede interrumpir interviniendo aún en el momento de la crisis y revertirlo con diferentes tratamientos. Por cierto que siempre lo mejor, es llegar antes que inicie el proceso, (como con un pensamiento constante de querer morir o no soportar más esta vida), reforzando estrategias de afrontamiento positivos, custodiando personas con padecimiento mental leves o severos y cuidando las formas de cómo difundimos o comunicamos hechos de suicidio de conocidos.
Como padres, como comunidad deberíamos poder hablar de estos temas con nuestros hijos, sin tabúes ni prejuicios. Deberíamos poder buscar información y orientación para afrontarlo y no pensar que "mejor no decir nada, no sea cosa que les demos la idea" porque eso es errado. El suicida no es un enfermo contagioso, ni un cobarde, ni un valiente, es una persona dolida por su circunstancia, e incapaz de encontrar cómo afrontarla, que tampoco pudo decir con palabras, (o la comunidad no supo escuchar-lo), su dolor y tuvo que actuarlo.
Despierta Catamarca, es hora de intervenir y de dejar de pensar que la solución la trae otro. No permitamos que también nos pase a nosotros para recién pensar que deberíamos haber hecho algo.