Por Rosario Linares
¿Sabes qué es la
resiliencia? ¿Quieres aprender a ser más resiliente? A veces la vida nos pone a
prueba, nos plantea situaciones que superan nuestras capacidades: una
enfermedad, una ruptura de pareja particularmente dolorosa, la muerte de un ser
querido, el fracaso de un sueño largamente anhelado, problemas económicos…
Existen diferentes circunstancias que nos pueden llevar al límite y hacer que
nos cuestionemos si tenemos la fuerza y la voluntad necesarias para continuar
adelante. En este punto tenemos dos opciones: dejarnos vencer y sentir que
hemos fracasado o sobreponernos y salir fortalecidos, apostar por la
resiliencia.
Resiliencia: definición y significado
La resiliencia es una capacidad que nos permite afrontar las
crisis o situaciones potencialmente traumáticas y salir fortalecidos
de ellas. La resiliencia implica
reestructurar nuestros recursos psicológicos en función de las nuevas
circunstancias y de nuestras necesidades. De esta manera, las personas
resilientes no solo son capaces de sobreponerse a las adversidades que les ha
tocado vivir, sino que van un paso más allá y utilizan esas situaciones para
crecer y desarrollar al máximo su potencial.
Para las personas resilientes no existe una
vida dura, sino momentos difíciles. Y no se trata de una simple disquisición terminológica, sino de una
manera diferente y más optimista de ver el mundo ya que son conscientes de que
después de la tormenta llega la calma. De hecho, estas personas a menudo
sorprenden por su buen humor y nos hacen preguntarnos cómo es
posible que, después de todo lo que han pasado, puedan afrontar la vida con una sonrisa en
los labios.
La práctica de la resiliencia: ¿Cómo podemos ser más resilientes?
La resiliencia no es una cualidad innata, no está impresa en nuestros genes, aunque
sí puede haber una tendencia genética que puede predisponer a tener un “buen
carácter”. La resiliencia es algo que todos podemos desarrollar a
lo largo de la vida. Hay personas que son resilientes porque han tenido en
sus padres o en alguien cercano un modelo de resiliencia a seguir, mientras que
otras han encontrado el camino por sí solas. Esto nos indica que todos podemos
ser resilientes, siempre y cuando cambiemos algunos de nuestros hábitos y
creencias.
De hecho, las personas resilientes no nacen, se hacen, lo cual
significa que han tenido que luchar contra situaciones adversas o que han
probado varias veces el sabor del fracaso y no se han dado por vencidas. Al
encontrarse al borde del abismo, han dado lo mejor de sí y han desarrollado las
habilidades necesarias para enfrentar los diferentes retos de la vida.
¿Qué caracteriza a una persona resiliente?
Las personas que practican la resiliencia:
- Son conscientes de sus potencialidades
y limitaciones. El autoconocimiento es un arma muy
poderosa para enfrentar las adversidades y los retos, y las personas
resilientes saben usarla a su favor. Estas personas saben cuáles son sus
principales fortalezas y habilidades, así como sus limitaciones y
defectos. De esta manera pueden trazarse metas más objetivas que no solo
tienen en cuenta sus necesidades y sueños, sino también los recursos de
los que disponen para conseguirlas.
- Son
creativas. La persona con una alta capacidad de
resiliencia no se limita a intentar pegar el jarrón roto, es consciente de
que ya nunca a volverá a ser el mismo. El resiliente hará un mosaico con
los trozos rotos, y transformará su experiencia dolorosa en algo bello o
útil. De lo vil, saca lo precioso.
- Confían
en sus capacidades. Al ser conscientes de sus
potencialidades y limitaciones, las personas resilientes confían en lo que
son capaces de hacer. Si algo les caracteriza es que no pierden de vista
sus objetivos y se sienten seguras de lo que pueden lograr. No obstante,
también reconocen la importancia del trabajo en equipo y no se encierran
en sí mismas, sino que saben cuándo es necesario pedir ayuda.
- Asumen
las dificultades como una oportunidad para aprender. A lo
largo de la vida enfrentamos muchas situaciones dolorosas que nos
desmotivan, pero las personas resilientes son capaces de ver más allá de
esos momentos y no desfallecen. Estas personas asumen las crisis como una
oportunidad para generar un cambio, para aprender y crecer. Saben que esos
momentos no serán eternos y que su futuro dependerá de la manera en que
reaccionen. Cuando se enfrentan a una adversidad se preguntan: ¿qué puedo
aprender yo de esto?
- Practican
el mindfulness o
conciencia plena. Aún sin ser conscientes de esta
práctica milenaria, las personas resilientes tienen el hábito de estar
plenamente presentes, de vivir en el aquí y ahora y de tienen una gran
capacidad de aceptación. Para estas personas el pasado forma parte del
ayer y no es una fuente de culpabilidad y zozobra mientras que el futuro
no les aturde con su cuota de incertidumbre y preocupaciones. Son capaces
de aceptar las experiencias tal y como se presentan e intentan sacarles el
mayor provecho. Disfrutan de los pequeños detalles y no han perdido su
capacidad para asombrarse ante la vida.
- Ven la
vida con objetividad, pero siempre a través de un prisma optimista. Las
personas resilientes son muy objetivas, saben cuáles son sus
potencialidades, los recursos que tienen a su alcance y sus
metas, pero eso no implica que no sean optimistas. Al ser conscientes de
que nada es completamente positivo ni negativo, se esfuerzan por centrarse
en los aspectos positivos y disfrutan de los retos. Estas personas
desarrollan un optimismo realista, también llamado optimalismo, y están
convencidas de que por muy oscura que se presente su jornada, el día
siguiente puede ser mejor.
- Se
rodean de personas que tienen una actitud positiva. Las
personas que practican la resiliencia saben cultivar sus amistades, por lo
que generalmente se rodean de personas que mantienen una actitud positiva
ante la vida y evitan a aquellos que se comportan como vampiros
emocionales. De esta forma, logran crear una sólida red de apoyo que les
puede sostener en los momentos más difíciles.
- No
intentan controlar las situaciones. Una de
las principales fuentes de tensiones y estrés es el deseo de querer
controlar todos los aspectos de nuestra vida. Por eso, cuando algo se nos
escapa de entre las manos, nos sentimos culpables e inseguros. Sin
embargo, las personas resilientes saben que es imposible controlar todas
las situaciones, han aprendido a lidiar con la incertidumbre y se sienten
cómodos aunque no tengan el control.
- Son
flexibles ante los cambios. A pesar de que las personas resilientes
tienen una autoimagen muy clara y saben perfectamente qué quieren lograr,
también tienen la suficiente flexibilidad como para adaptar sus planes y
cambiar sus metas cuando es necesario. Estas personas no se cierran al cambio
y siempre están dispuestas a valorar diferentes alternativas, sin
aferrarse obsesivamente a sus planes iniciales o a una única solución.
- Son
tenaces en sus propósitos. El
hecho de que las personas resilientes sean flexibles no implica que
renuncien a sus metas, al contrario, si algo las distingue es su
perseverancia y su capacidad de lucha. La diferencia estriba en que no
luchan contra molinos de viento, sino que aprovechan el sentido de la
corriente y fluyen con ella. Estas personas tienen una motivación
intrínseca que les ayuda a mantenerse firmes y luchar por lo que
se proponen.
- Afrontan
la adversidad con humor. Una de
las características esenciales de las personas resilientes es su sentido
del humor, son capaces de reírse de la adversidad y sacar una broma
de sus desdichas. La risa es su mejor aliada porque les ayuda a mantenerse optimistas y,
sobre todo, les permite enfocarse en los aspectos positivos de las situaciones.
- Buscan
la ayuda de los demás y el apoyo social. Cuando
las personas resilientes pasan por un suceso potencialmente traumático su
primer objetivo es superarlo, para ello, son conscientes de la importancia
del apoyo social y no dudan en buscar ayuda profesional cuando
lo necesitan.
La resiliencia en los niños
Si queremos que nuestros hijos afronten las dificultades de la vida con fortaleza es
importante educarles en la capacidad de ser resilientes, para ello es
fundamental nuestro ejemplo, no sobreprotegerles y sobre todo creer en ellos.
No se trata de evitar que se caigan, sino de enseñarles a levantarse, y para
ello tenemos que confiar en que ellos pueden. Por supuesto, tampoco se trata de
exponerles a peligros o ambientes agresivos “para que se hagan más fuertes”,
afortunadamente no estamos en Esparta. Aportar seguridad y protección es
necesario. Algo importante que podemos preguntarles a los niños cuando tienen
un contratiempo si queremos que aprendan a desarrollar la resiliencia es
¿qué puedes aprender de esto? o ¿qué puedes sacar bueno de esto que ha
ocurrido?
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